martes, 19 de marzo de 2019

Decisiones crueles

Quería llorar, era lo único que quería en este mundo, pero por alguna razón que desconocía no podía, era como si todos mis intentos fueran en vano. Hay veces en las que el mundo puede llegar a ser muy cruel y despiadado, cuando esto ocurre, ¿qué es lo que debo hacer?¿Debería asumirlo y no darle importancia o simplemente dejar que pasara?
Miles de preguntas eran las que pasaban por mi mente esta fría noche, me habían arrebatado lo único que me importaba en este mundo, mi vida, me hicieron creer desde un principio que podía llegar a ser especial, que lograría algo que jamás hubiera imaginado, pero cuando parecía que estaba muy cerca de conseguirlo el mundo decidía que no era mi momento, y si ese no era mi momento, jamás lo sería.
Era muy injusto, las decisiones las debe tomar uno mismo, no personas ajenas, personas que no te conocen de nada y que ni se molestan en hacerlo.
Los odio, odio este mundo tan dictatorial, odio que me traten como si no pudiese apañarmelas yo sola, odio que me subestimen, odio... la vida.
Cierro los ojos muy fuerte, no quiero pensar, no quiero revivir todo el daño hecho, no puedo soportarlo por más tiempo, simplemente no quiero, es demasiado horrible como para admitirlo.




Los días y las horas pasaban y más difícil era volver a la rutina, ya era casi imposible, hace ya tiempo que había admitido que no tendría un futuro como el resto de habitantes de este triste planeta, pero, ¿por qué yo no podía intentar adaptarme, intentar formar parte de una gran mentira?
La respuesta a esta pregunta era simple, porque era diferente, porque mi vida iba a acabarse cuando menos me lo imaginara, porque no sabía luchar contra mi triste futuro, pero... ¿Por qué retrasar lo inevitable?
Nada en mi vida había tenido sentido y por mucho que hiciese ahora no llegaría a tenerlo, porque hay personas que no merecen tener ventajas en la vida, y yo era uno de esos casos, un caso aislado durante más tiempo del que me gustaría admitir.
Nunca me ha gustado vivir en las sombras, pero es mejor que vivir en la luz rodeado de hipócritas que no te conocen de nada y que ni siquiera les gustaría hacerlo.

Miro a mi alrededor, estoy sola en medio de la nada, ante mí se encuentra un gran precipicio que amenaza con destruir cualquier esperanza de vida.
Me acerco a él decidida, es mejor hacerlo yo misma que quedarme estancada en la vida pensando en cuando llegará mi hora, que no debe de estar demasiado lejos.
Me asomo a la orilla del magnífico precipicio y observo como las olas del mar chocan contra el mar, sin previo aviso salto hacia mi salvación.

Caigo en el mar con un golpe sordo, al principio no lo noto, pero después de unos segundos que se me hacen eternos noto como mis pulmones se llenan de agua y se niegan a expulsarla, cierro los ojos y dejo que el mar libere mi alma.

Mi nombre era Rachel Rivers y mi caso era peculiar al de otros, tenía 13 años cuando me diagnosticaron la leucemia, mis padres se derrumbaron con la noticia y se divorciaron, mi enfermedad avanzaba con más rapidez de la habitual, cuando cumplí los 15 años me dijeron que me quedaba 1 mes de vida, esa es la razón por lo que lo hice, no quería verme consumirme ni ver al resto de personas consumirse conmigo. Ahora puedo decir que ya soy libre, que no siento dolor alguno, gracias a todos aquellos que me apoyaron a lo largo de estos dos trágicos años.

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